Esta conocida y muy utilizada expresión cuando se intenta engañar a alguien procede de la Mancha en época medieval. Ya en aquellos tiempos la región era afamada por sus excelentes vinos, y a ella acudían comerciantes de todos los lugares para adquirir gran cantidad de toneles de vino. Pero evidentemente, antes de realizar el pago del producto, lo cataban para asegurarse de su buena calidad.

Y es aquí donde se veía la picaresca de los bodegueros, que cuando querían “colocar” al comprador una partida de vino picado o de peor calidad, ofrecían a los compradores un plato de queso manchego en aceite. ¿Y por qué hacían esto?. Pues porque el intenso sabor de este queso hacía que posteriormente el paladar del cliente novato no pudiera diferenciar un buen vino de otro de calidad inferior… ¡Pero al menos el comprador había disfrutado del placer de degustar el mejor queso del mundo!

Y ahí quedó el dicho, soportando el paso del tiempo, y con un significado que hoy en día se sigue utilizando.